El estudio de Jim Collins, experto en el tema del crecimiento de las empresas, y de su equipo de investigación, que trataba de cómo las empresas buenas pueden convertirse en excelentes, confiere inicialmente a sus lectores una sensación de poca confiabilidad. Y es que dicho estudio no fue elaborado con una metodología que garantice seguridad en los resultados: En ningún momento se tomó una muestra aleatoria, ni tampoco hubo un grupo de control elegido aleatoriamente. Más bien hubo un sesgo importante al elegir entre 1.435 organizaciones sólo 11 de ellas subjetivamente, las cuales mostraban, según ellos, un cambio en el desempeño de las mismas de bueno a excelente. Lo que encontraron, lejos de ser lo que buscaban, fue una característica común en todas las empresas analizadas: El director ejecutivo (CEO) era siempre una persona humilde y con una voluntad de acero. Este hallazgo fue tomado como el resultado principal de la investigación y es el tema entono al cual girará este ensayo.
Al parecer las personas humildes y con determinación firme han podido demostrar que son capaces de revertir tendencias negativas y moldear el entorno a su favor en forma creciente y sostenida. Por otra parte, los investigadores reconocen que éste no es el único factor que pudo haber influido en el buen desempeño de las empresas analizadas, ¡y hacen bien en aclarar esto!, ya que la confiabilidad del estudio es dudosa, como expliqué en el párrafo anterior. Lo interesante es que esta característica está enmarcada en una jerarquía en la cual ocupa el quinto y más alto nivel, pero sin guardar relación directa con los demás niveles: Los primeros cuatro niveles se alcanzan con egocentrismo y el quinto, que reúne todas las características de los primeros, se alcanza paradójicamente con excentricismo. En conclusión, los líderes de nivel cinco se acercaron a este estado en forma distinta a como lo hicieron aquellos de los demás niveles.
Para entender mejor esta paradoja debemos preguntarnos primero: ¿qué es la humildad? El entendimiento común ve la humildad como una virtud que hace que las personas no se sientan más importantes ó mejores que nadie, a pesar de sus logros. También es un concepto fundamentalmente religioso: El hombre humilde reconoce su pequeñez en la creación y ante su creador. Sin embargo, la humildad no siempre es vista como una virtud real: El filósofo Friedrich Nietzsche la percibe como una falsa virtud, que es el reflejo de las decepciones internas que un individuo ha tenido a lo largo de su existencia, o dicho de otra forma, la soberbia de una persona tiende a aplacarse con las experiencias negativas de su vida.
En este orden de ideas, la humildad es sinónimo de madurez y puede ayudarnos a evitar subestimar las situaciones y las personas, y a no superponer nuestro ego sobre la realidad. No obstante, el extremo de humildad puede llevarnos al deterioro de nuestra autoestima, es decir, a hacer sentirnos inferiores e indignos respecto a los demás, ó a tener sentimientos muy negativos que nos pueden frustrar la posibilidad de ser felices.
¿Y qué es una determinación férrea? Cuando una persona siente que puede lograr lo que se propone, significa que tiene fe y seguridad en sí mismo. Pero cuando una persona persigue su objetivo obstinadamente y no le importa incluso dejar a un lado aspectos importantes para su estabilidad emocional, como el amor y la vida social, puede significar que esta persona esté resignada a auto-castigarse y que ha perdido el miedo a la muerte, es decir, siente que no tiene nada que perder. Una determinación férrea puede ayudarnos a lograr grandes cosas, pero, al igual que la humildad, si se trata de un sentimiento extremo, puede estar ligado a sentimientos muy negativos que frustran la posibilidad de la felicidad.
Muchos de los líderes de nivel cinco han sacado a relucir sus habilidades justo después de haber caído en el punto emocional más bajo de sus vidas. Esto muestra que una combinación de humildad y de determinación férrea puede surgir a partir de una serie de grandes decepciones ó de una depresión. Por otra parte, creo que una crianza bien dirigida puede lograr que una persona crezca con estas características sin necesidad de pasar por grandes desilusiones. De una forma o de otra, es muy posible que los líderes de nivel cinco no hayan tenido mucho que ver con el desarrollo de sus habilidades excepcionales, sino que más bien son el producto de las circunstancias o de su propia crianza.
La humildad y el trabajo con voluntad son necesarios para lograr excelentes desempeños al frente de una organización, pero, en exceso, revelan posibles contrariedades psicológicas en el líder, que le pueden impedir alcanzar su propia felicidad. Personalmente no creo que el liderazgo de nivel cinco sea algo que debamos envidiar o perseguir como un buen ejemplo para nosotros mismos: Simplemente debemos tener en cuenta a estas personas especiales a la hora de elegir los líderes de nuestras organizaciones.
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